lunes, 19 de septiembre de 2016

Sin transparencia no hay Gobierno Corporativo

Por Margarita Obregón 


El Gobierno Corporativo apareció hace algunas décadas en los países más desarrollados del oeste de Europa, en Canadá, los Estados Unidos y Australia, en virtud de que los accionistas minoritarios de las empresas, querían saber qué se estaba haciendo con su dinero y cuáles eran las expectativas futuras. En otras palabras, necesitaban conocer cómo se administraba su inversión.

Ante estos requerimientos, los accionistas mayoritarios de los negocios y sus administradores, iniciaron un proceso de apertura de la información, al mismo tiempo que profesionalizaron su dirección y manejo, y dieron transparencia a la manera de conducir las empresas.

El concepto de Gobierno Corporativo evolucionó entonces para convertirse en un sistema para dirigir, manejar y controlar una empresa, con el fin de generar confianza y cooperación entre sus diferentes grupos de interés, y desde entonces han sido varios los mecanismos desarrollados para lograr este objetivo.

Las mejores prácticas hacen énfasis en la distribución de roles y responsabilidades de forma clara y el diseño de todos los procesos de la organización, para garantizar una gobernabilidad que da cierta tranquilidad a los accionistas minoritarios y a los demás grupos de interés de cada empresa. Pero lo que les da la confianza para el manejo de sus diversos intereses es sin duda la transparencia en la información, en los procesos, y en la toma de decisiones de la organización.    

Se discute mucho si toda la información de las empresas inscritas en el mercado valores debe ser pública y en esto existen las dos corrientes: quienes propugnan e intentan mantener la mayor cantidad de información bajo reserva por seguridad del negocio y quienes creen que por regla general la información debe ser pública, salvo las excepciones contempladas por la ley en cada país.

Para evitar esta discusión las diferentes bolsas de valores y las autoridades financieras han desarrollado y reglamentado el concepto de información relevante, enunciando de manera taxativa aquella que obligatoriamente se debe divulgar al mercado y estableciendo como criterio general para efectos de revelación, aquella información que tendría en cuenta un inversionista prudente y diligente en la toma de sus decisiones de inversión.

Sin perjuicio de lo establecido en cada legislación, son probados los buenos efectos de la gestión transparente de una empresa.

Si la información por regla general es pública, y existen mecanismos de divulgación suficientes para los diversos grupos de interés, es mucho lo que se ahorran las empresas en atender peticiones de toda índole que solo desgastan a la administración.

Si los procesos de la organización son claros y de público conocimiento, las preguntas sobre la composición y origen de los productos y servicios serán cada vez menos y las decisiones de accionistas, inversionistas, consumidores, proveedores y demás grupos de interés, serán decisiones informadas y bajo su responsabilidad.

Si el proceso de toma de decisiones es claro y transparente, cada tomador de decisiones se asegurará de realizar su trabajo de manera profesional y responsable buscando siempre el mejor negocio y valor (no necesariamente precio) para la empresa. Lo hará mucho mejor porque se siente observado.

Además, si las malas noticias de una empresa, son divulgadas en primer lugar por ella misma, podrá mitigar los efectos negativos que algunas de ellas pueden tener sobre su reputación y consecuentemente sobre su valor. Dar ese primer paso le significa poder controlar rumores y especulaciones que pueden ser devastadores para las empresas.

Por el contrario, el secretismo que aún es cultura en muchas empresas, siempre genera dudas y reservas en los diferentes públicos. Cuando en una organización abunda la información confidencial, existen barreras para acceder a la información, prevención para informar cómo son los procesos y dificultad para saber cómo se toman las decisiones, lo primero que imaginamos es que algo anda mal en ella. En esa clase de empresas es más difícil invertir, con ellos no quisiéramos contratar y no nos gustaría ser sus clientes. 

Los beneficios de la transparencia son obvios. Desde luego existen excepciones para la publicidad como la información sensible que pueda ser utilizada en perjuicio de la empresa, o la relativa a los negocios en curso, pero las leyes han sido claras al respecto.

Las empresas deben convencerse que la transparencia es el pilar fundamental del Gobierno Corporativo; sin ella, éste no tiene sentido pues no logra su objetivo de generar confianza.

Adicionalmente, en el mundo de hoy, con la tecnología en manos de todos y cada ciudadano, con cámaras y grabadoras en sus teléfonos, con las redes sociales disponibles para ser expuestos, con los hackers volando de un lado a otro, no habrá ya nada que se pueda ocultar.

Es hora de que la regla general en las empresas sea la publicidad y dejar el secretismo como algo del pasado.











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