Hace pocos días
el director de la Aeronaútica Civil en Colombia, se vio envuelto en un
escándalo por haber viajado gratis en avión privado en compañía de algunos de
sus funcionarios para ver uno de los partidos que jugó la selección Colombia en
Barranquilla para las eliminatorias a Rusia 2018.
Y hace
algunos meses, la gobernadora del Valle del Cauca, Dilian Francisca Toro, tuvo
que responder las críticas por su viaje a los Juegos Olímpicos de Brasil, a
donde acudió invitada por el Comité Olímpico Colombiano, según sus
explicaciones.
Los 2
episodios, las explicaciones que dieron los funcionarios y la controversia
generada en cada caso, demuestran la confusión que tenemos como sociedad,
acerca de la conducta que deben seguir los administradores de las empresas
públicas o privadas, frente a regalos y atenciones y en general sobre la ética
empresarial.
Con
frecuencia caemos en el error de creer que todos los miembros de una comunidad,
y de una organización en particular, tenemos la misma ética y que los mismos
valores y principios rigen nuestras actuaciones, y con ese convencimiento
emitimos nuestros juicios. Y nada más lejos de la realidad.
Cada ser
humano es único y diferente y está marcado por una serie de experiencias que han
determinado sus valores. Ellos dependen de estas y de la familia en la que
creció, la religión y partido político al que pertenece, escuela, colegio,
universidades donde estudió, pueblos donde vivió, influencias culturales
recibidas a lo largo de los años y los seres humanos con los que se ha
relacionado.
Si bien
partimos de la base de que individuos de una misma nación tienen valores
similares, las experiencias individuales pueden distanciarnos profundamente en
la escala que cada uno tiene de ellos. Por ejemplo, el consumismo varía de
manera sustancial nuestros valores, y en el caso de Colombia la guerra ha hecho
que muchos sectores de la población sean condescendientes con cierto tipo de
violencia.
Por tal
razón, cuando se trate de emitir juicios y sancionar a los funcionarios de las
empresas públicas o privadas por esta o aquella conducta, se requiere comprobar
que todos los miembros de la organización tienen los mismos principios y
valores y el mismo entendimiento sobre la conducta a seguir en el mundo
empresarial.
Para
garantizar este entendimiento los mejores instrumentos son los Códigos de Ética
y de Conducta.
El Código
de Ética contempla los principios y valores que reconocen y respetan todos trabajadores.
Corresponden por lo general a los derechos universales en concordancia con los
derechos de la organización. Es común que se refieran a la honestidad,
integridad, libertad, respeto, solidaridad, responsabilidad, confidencialidad, o
cooperación, entre otros. Las mejores prácticas aconsejan que este Código sea
producto de una construcción colectiva para garantizar su apropiación por parte
de todos los integrantes de la empresa.
El Código
de Conducta es un instrumento más amplio que además de establecer los
principios y valores, estipula normas de conducta dentro de la ética
empresarial acordada, las sanciones por su violación, las instancias
competentes para determinar estas sanciones y el sistema de verificación de su
cumplimiento.
Como
mínimo, debe contemplar las situaciones que generan los conflictos de interés y
cómo solucionarlos en cada caso; así mismo es fundamental que contenga la
política de atenciones y regalos y, la descripción de aquellas conductas que se
consideren fraude y corrupción, sin que se pretenda reemplazar con este Código las
leyes vigentes.
Se trata de
que tanto los trabajadores como los terceros tengan claridad sobre estos temas
y sepan qué se puede y qué no se puede hacer en cada evento.
Si estos
Códigos no existen, o los empleados no los conocen, con frecuencia cometen
faltas o se ven involucrados en comportamientos inadecuados y no se les puede reprochar
ni sancionar pues no tienen conciencia de la ilicitud de sus actos, o lo que es
peor, las costumbres se han relajado y la conducta inapropiada se ha vuelto socialmente
aceptada en esas organizaciones.
Por pequeña
que sea la organización o aún en el caso de las entidades estatales,
atiborradas de normas que les son aplicables, vale la pena hacer el esfuerzo de construir estos Códigos, para establecer un acuerdo sobre lo fundamental al alcance y comprensión de todos, en lenguaje claro y sencillo, para bien de los
empleados, de la organización y de la sociedad en general.
Margarita Obregón
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